domingo, 10 de marzo de 2013

Pautas depresivas

Hay veces que me levanto por la mañana y actúo como una persona normal. Me aseo, desayuno, voy a clase, y todo lo que conlleva después. En muchas ocasiones, implica fingir. Fingir alegría, fingir interés en cosas que te están contando que solo pasa por tu cabeza situaciones completamente opuestas en las que eres libre. Otras veces simplemente te puedes dedicar a pensar en el patetismo que se desarrolla a lo largo de tu vida, en como una conciencia individual, y egoísta termina apoderándose de ti. Ese pensamiento que simplemente te da un golpe tras otro, haciéndote pensar que eres especial y que eres único, cuando la realidad negada es que somos simples copias de lo que esta sociedad quiere que seamos.
Pero a veces, días así, sin sentido ninguno, descubro que realmente es así. Que simplemente, puede que por la educación que hemos recibido, o por lo que venga innato en nosotros, algo o alguien nos haga pensar lo contrario. ¿Nos creemos que realmente somos importantes? ¿En algún momento significaremos algo para alguien? No me refiero a amistad o a amor. Esas cosas son simplemente una mierda de caramelos que se nos pretenden dar como si fuésemos niños pequeños. Algo con lo que contentarnos mientras el mundo sigue girando y nos sigue llenando la alfombra de mierda mientras miramos fijamente arriba y no nos damos cuenta de que lo importante está abajo.
Todavía me pregunto que hago escribiendo y desvariando sobre esto, cuando probablemente a nadie le importa lo que piensa un individuo. Después de todo, ¿qué es lo que me hace a mi diferente de vosotros? ¿Cómo visto? ¿Cómo aparento? ¿Cómo soy? ¿Cómo aparento ser? No. El mundo no es ni blanco ni negro, simplemente es un color neutro, que nos proporciona unas gafas de bucear que nos hace ver las cosas como nos gustaría que fuesen.
No importan las culturas, no importan los pensamientos. La gente que de verdad importa, es aquella que es capaz de pensar por encima de todo eso. Aquellas cuyas preocupaciones van por encima del individuo. Cómo todos sabréis, esas cinco personas aproximadamente que debe haber en todo el mundo, probablemente estén ya muertas en alguna cuneta, o quizás despreocupadas de todo eso, bien porque prefieren salir a emborracharse toda una noche para calmar sus pensamientos, o porque tienen una familia que alimentar, o simplemente porque son tachadas de locas o sufridoras de cierta enajenación mental, y están en un maldito manicomio.
No hay solución para esto. La sociedad no se puede cambiar. La civilización tampoco. La solución de soluciones que se me ha dado y que, por el momento, no he sabido rebatir, es que una bomba que reventase este puto mundo de mierda. Por el momento, alardeo de juventud y mente abierta, y estoy abierto a propuestas.